domingo, 29 de mayo de 2011

"Sociológicamente de izquierdas"

Visto el mapa de resultados electorales del 22M, teñido de azul –al menos, en la mayoría de los diarios, se sigue la convención de atribuir el azul al PP y el rojo al PSOE (cosa curiosa, en las elecciones americanas, el azul es el color de los Demócratas y el rojo el de los Republicanos)- le entran a uno importantes dudas sobre la validez de aquella afirmación de que “España es un país sociológicamente de izquierdas”. Al menos por el sentido del voto municipal, más bien se diría que estamos ante un país abrumadoramente de derechas. En realidad, creo que lo que se quiere decir, más bien, cuando se dice que el país es “sociológicamente de izquierdas” es que lo natural es que gane siempre, o casi siempre, el PSOE. Que el PSOE es el partido que debe vertebrar la democracia española, siendo el PP un ente auxiliar. Discurso, claro está, muy grato al PSOE, pero que parece también asumido en ciertos sectores de la derecha.

La cosa no sería ya tan nítida, si de voto a los partidos hablamos. Es verdad que la crisis económica ha debido provocar una honda desafección en los votantes socialistas y, por el contrario, ha debido movilizar a muchos votantes populares, pero no parece explicación suficiente. La prueba es que el PP logra aglutinar mayorías desde hace muchos años en territorios tales como la Comunidad de Madrid, en las que el mercado político es muy amplio. Esta capacidad de obtener buenos resultados, de modo sostenido en el tiempo, por parte de la derecha, hace que resulte también, por lo menos con carácter general, el argumento de que el electorado de izquierdas es más volátil, en tanto que el de derechas es más disciplinado. Así, el PP tendría menos apoyo efectivo, pero en forma de un suelo electoral berroqueño.

Si realmente se trata de algo superado, ¿por qué el PP sigue eludiendo cualquier etiqueta que le relacione con el campo semántico tradicionalmente atribuido a la derecha? ¿Acaso los analistas del Partido Popular ignoran lo que los datos evidencian? Quizá la respuesta, sí, debe darse en un plano algo más profundo del que permiten atisbar los resultados electorales.

En primer lugar, lo que sí es abrumadoramente “de izquierdas” es la opinión publicada y lo que podríamos denominar la “intelectualidad” en nuestro país. Aunque este estado de cosas abona el terreno para el chiste fácil de que el “pensamiento de derechas” es un oxímoron, lo cierto es que sigue siendo destacable, por contraste con otros países, el escaso aparato intelectual del que goza la derecha española. No es, desde luego, ajeno a esto el cómo se integra, en nuestro país, lo que denominamos la clase “intelectual”, en buena medida a través de los vericuetos, bastante endogámicos, de la vida universitaria, extraordinariamente controlada por el poder político, en la que el pluralismo no es especialmente destacable. Pero también ha contribuido el importante grado de control que el “mundo de la izquierda” ostenta sobre las industrias culturales, especialmente las más próximas al ciudadano, allí donde la cultura linda, y a veces se confunde, con el entretenimiento. Existe, en fin, también un importante componente generacional. Por razones evidentes, sigue desempeñando un papel destacadísimo en nuestro país y entre sus clases rectoras, gente que asocia la derecha y sus valores, en su conjunto, a un período extraordinariamente sombrío.

Esto, sin duda, está en proceso de cambio. Pero no es lo mismo, ciertamente, el brote de múltiples tertulias antisocialistas que la construcción de un aparato intelectual que pueda dignificar a la derecha española y soportar el discurso de los partidos que le den cauce. Hay, no obstante, algunas iniciativas al respecto. Pero la derecha realmente existente, es decir, el PP, sigue jugando fuera de casa.

A un nivel más llano, y probablemente mucho más mayoritario, la cuestión es diferente. Cuando decimos que los españoles son “sociológicamente de izquierdas”, a mi modo de ver, lo que se quiere decir es que los españoles son abrumadoramente partidarios de las políticas tradicionalmente asociadas a la izquierda. Es decir, las políticas igualitaristas de cohesión social. El PSOE sería –vaya usted a saber por qué- el proveedor natural, y se le retira la confianza, precisamente, porque se le ve incapaz de atender a sus compromisos. Pero lo cierto es que las derechas moderadas, en general de base cristiana, han demostrado, en Europa, ser excelentes mantenendoras, e incluso impulsoras, de esos estados-providencia que tanto gustan a los ciudadanos. En suma, más que ser “sociológicamente de izquierdas”, parece que lo que el ciudadano español tiene es perfectamente asumido su rol de cliente.

La estrategia del PP es, entonces, perfectamente comprensible. Sencillamente, se postula como gerente. No tiene ningún interés en hacer ninguna clase de pedagogía que, por otra parte, pondría de manifiesto sus propias contradicciones internas. La realidad es que no hay motivo alguno por el que el PP no pueda ganar las elecciones una y mil veces… mientras no haga gala de un alma excesivamente liberal. El “miedo a la derecha” no es miedo a un franquismo ya de imposible memoria para la mayoría, sino miedo al final de los “derechos”. Y, me temo, la sociedad española sí es absolutamente refractaria a cualquier clase de discurso fundado en una ética de la responsabilidad.

El gran triunfo de lo que Hayek denominaba los “socialistas de todos los partidos” es que han logrado constitucionalizar, materialmente, sus valores. Los han puesto más allá de lo debatible. La operación más sensacional que ha visto la historia de las ideas es la institucionalización de la “gran mentira” –así la llamaba Revel-. El credo de la socialdemocracia no puede ser, como cualquier otro sistema de ideas, falsado por contraste con la realidad porque no es, en verdad, cuestionable. Por eso la única gran revolución democrática que puede hacerse en nuestras sociedades, el único cuestionamiento real del sistema pasaría no por buscar soluciones dentro de ese conjunto de valores, sino por desmontarlo, por cuestionarlo a radice. El esfuerzo intelectual necesario es, seguramente, titánico. La venta electoral, poco menos que imposible.

La vuelta del ciudadano-cliente al ciudadano-ciudadano. Así dicho, suena atractivo. Hasta valdría como eslogan. Pero daría vértigo. ¿Dónde iría el pobre ciudadano sin sus “derechos”?

1 comentario:

  1. Sociológicamente de izquierdas me suena como un eufemismo para retratar a una sociedad a la que solo le preocupa el numero de vpo y el mantenimiento de sus derechos, como bien dices. Una sociedad incapaz de asumir sus propias responsabilidades:

    "Thank God I'm an American. If you're in Canada, I'm told the price up there is $9,450 Canadian, and $10,680 Canadian after you add in the taxes to cover free health care." Ken Rockwell.
    Leído en un sitio web sobre fotografía... Curioso, como algunas ciudadanías tienen absolutamente asumido el coste de las cosas.

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