lunes, 28 de noviembre de 2011

Sin prisa

Son muchas las voces que urgen a Mariano Rajoy a desvelar cuanto antes las claves de su línea política e, incluso, a designar cuanto antes a los ministros que integrarán su gobierno. Hoy mismo, el oráculo del centro izquierda (aquí) le reclama mayor decisión, afeándole su pasada insistencia en pedir elecciones anticipadas. Al diario de marras cabría contestarle que la insistencia de Rajoy en pedir los comicios era contestada con igual contumacia, entre otros, por el propio periódico, con juicios sobre su no necesidad, desde luego. Pero no es solo la presumible voz de la oposición la que clama. También son algunos de los habituales estadistas de salón, muy corrientes en nuestra derecha dizque “moderada”.

Discrepo, la verdad.

Bien está, por supuesto, un traspaso de poderes eficiente y que los representantes del PP empiecen a tomar las riendas cuanto antes. Bien estaría, desde luego, que ya hubiera representantes de los futuros equipos en las delegaciones que habrán de afrontar citas internacionales inmediatas. Pero de eso a montar un estado de excepción constitucional media un rato.

Por supuesto, como han dicho algunos, que un real decreto se puede cambiar con otro real decreto. Y por supuesto, también, que se pueden conjurar los impedimentos de iure con soluciones de facto. Pero convendrá recordar que lo que caracteriza a las repúblicas bananeras, contra lo que el nombre sugiere, no es la benignidad del clima ni la abundancia de frutos tropicales, sino el malbaratamiento constante de los procedimientos legales. En una república bananera no hay ley, porque la ley es siempre mudable en función de urgencias y de conveniencias.
El respeto por los propios procedimientos constitucionales es el equivalente jurídico internacional del vestirse por los pies del común de los mortales. Y estoy convencido de que ese respetar las liturgias y las formas democráticas es valorado y bien valorado por los mercados internacionales. En cerca de cuarenta años de régimen democrático, nuestro país ha respetado las reglas fundamentales que se ha dado a sí mismo. Incluso en circunstancias peores que las actuales. Y eso hemos de llevarlo a gala. No nos engañemos, es lo que nos distingue, en positivo, del resto de nuestros vecinos mediterráneos. ¿Qué otra cosa podemos querer decir cuando afirmamos que “somos un país fiable”?

No sé si para permanecer en el euro habrá que dejar de ser un estado de Derecho pero, si fuere así, al euro le podían ir dando por donde amargan los pepinos. Sin euro se puede vivir, muy malamente, seguro, pero sin estado de Derecho, no. Últimamente, nos sale mucho defensor de la democracia, esa es la verdad. Pues bien, quizá es hora de terminar de entender que la democracia es, esencialmente, formas. Es más, cabe cuestionarse que la democracia sea otra cosa que un procedimiento sustantivizado. La democracia es en sí misma un método.

Si todo va conforme a lo previsto, y no hay ningún motivo para pensar que no vaya a ser así, de las elecciones a la investidura habrá transcurrido menos de un mes. Tiempo razonable para articular un traspaso de poderes ordenado. Y para que se pueda cerrar correctamente el proceso electoral. En el ínterin, hay múltiples cosas que Mariano Rajoy debe llegar a conocer. Cuando se suba a la tribuna para pronunciar su discurso de investidura sabrá mejor, es un suponer, cuáles son las cuentas que le toca administrar y habrá pasado algún otro Consejo Europeo del que podrá salir información relevante. ¿Por qué perder esas bazas? ¿Qué credibilidad hubiera tenido el viernes pasado un ministro de economía insinuado –que no nombrado- el lunes?

El control de los tiempos no es solo la última barrera de nuestra soberanía. Es que, posiblemente, es también la única baza de la que Rajoy dispone. Sería absurdo malgastarla.

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