lunes, 1 de octubre de 2012

La voluntad decidida de no ser sur


Cataluña es la Alemania de España pero está en la situación de Grecia: tiene su lógica que busque un lugar en el norte riguroso cuando se halla anclada en el sur malgastador

La frase es de Lluis Bassets (y aquí va la referencia al texto completo, que descontextualizar es siempre ser desleal), que tengo por un tipo cabal y de buen sentido, y Dios me libre de atribuirle pensamientos e intenciones, pero a mí me resulta de lo más ilustrativa. Está dicha en tono económico, qué duda cabe –Alemania y Grecia como paradigmas- pero asoman en ella otros elementos que se tiende a soslayar y que tienen, me temo, un enorme poder explicativo en el trance que vivimos.

Bassets apunta a un factor que, ya digo, a menudo se tiende a dejar de lado en la actitud del independentismo catalán: la voluntad decidida de no ser sur, la rabia de saberse sur y no querer serlo bajo ningún concepto. Supongo que es algo a lo que no se alude demasiado o se alude veladamente porque no es difícil, sentada esa base, caer en lenguajes políticamente incorrectos, poco compatibles con la imagen de un nacionalismo moderno y europeo (sí, sí, sobre todo “europeo”, eso que no falte). En un lenguaje ferrusoliano, podríamos decir. Nosotros no somos como ellos. No somos como esa caterva mesetaria cuasiafricana. Somos mucho más elegantes, mucho más laboriosos, más serios, menos faranduleros… En fin, ya digo, prácticamente suecos, cispirenaicos por algún oscuro motivo, pero suecos. Mucho más “europeos”, en resumen.

Los nacionalismos periféricos tienen tendencia a sublimar los complejos patrios. Representan esos mismos complejos llevados al exacerbo y, por eso mismo, devenidos en algo distinto. El complejo de ser español es tan insoportable que se hace lo que se puede por dejar de serlo. Reclamándose, eso sí, patéticamente “europeo”.

Creo que Bassets yerra en su apreciación. O simplemente repite una mentira que, a fuerza de decirla, casi todos hemos asumido como cierta. El parecido entre Alemania y Cataluña se acaba en una transposición de la posición relativa. Así como Alemania es la nación grande más rica en el contexto de la Unión Europea, Cataluña es la región más rica en el contexto de España (se sigue, por cierto, que Baleares es una suerte de Luxemburgo). Hasta ahí las comparaciones. Porque ni España es la Unión Europea, ni el símil entre Cataluña y Alemania se aguanta más allá de esa casualidad. Por parejas razones, tampoco vale el parangón con Grecia. Cataluña no es como Alemania ni como Grecia. Es un trozo de España, punto –al menos hasta ahora, lo que sea en el futuro, ya se verá-. Y esto no es irrelevante. Como decía hace unos días en un brillante artículo José María Ridao (véase), ya está bien de símiles traídos por los pelos y de lenguajes metafóricos. Al menos para hablar de ciertas cosas, aunque sea más aburrido, convendría atenerse un poco más a los hechos y su descripción.

La comparación con Alemania es triplemente sesgada, o presenta sesgos en su triple implicación: en cuanto presenta una Cataluña-motor, como Alemania lo es del resto de la UE; en cuanto sugiere una Cataluña solidaria (diríase que súper-solidaria), como Alemania lo es del resto de la UE y, en fin, en cuanto apunta a unos catalanes que serían como alemanes, por contraste con sus indolentes vecinos latinos. Y ninguna de las tres cosas es falsa del todo, pero todas deben ser oportunamente matizadas. Y el matiz es en todo caso común: el parangón se invalida porque España es un país, es un estado, se pretende una nación (algunos creemos firmemente que lo es) y la UE no es ninguna de esas cosas. La solidaridad de los catalanes con el resto de los españoles no es, no debería ser, contractual, convencional como lo es la de los alemanes con otros europeos, sino que se basa en un vínculo estructural, la connacionalidad, la conciudadanía. Por lo mismo, Cataluña nada tiene que ver con Grecia en tanto Grecia está sola con su problema o, todo lo más, será socorrida por mecanismos asimismo convencionales; los problemas financieros de Cataluña solo son de Cataluña mirados desde dentro, nunca hacia afuera, hacia afuera deben ser problemas comunes.

La posición relativa de Cataluña en todos, absolutamente todos los órdenes, es el resultado de decisiones, colectivas e individuales, adoptadas durante quinientos años, con una perspectiva de conjunto. Cataluña es producto inescindible de quinientos años de España –y, por cierto, también de sí misma en tanto que parte-. Los catalanes son españoles y esto es un hecho. Les guste o no, como puede gustarnos o no a los demás (serlo nosotros y que lo sean ellos, digo). Tan partícipes del desaguisado como el resto, incluso un poco más, quizá, precisamente en razón de esa preeminencia, de ese carácter de vanguardia en muchos sentidos. España es, en parte alícuota, como Cataluña la ha querido.

Convengo con Bassets, por supuesto, en que hay mucho de un no querer ser sur en lo que estamos viviendo. Lo que no tengo tan claro es que “tenga su lógica”. Cataluña está “anclada” en el sur malgastador (Bassets dixit) porque es sur malgastador. O tan sur malgastador como el resto del sur malgastador. Una cosa es que ciertas metáforas hagan fortuna y otra bien diferente que sean reales. No, señores míos, mal que les pese Cataluña no es una provincia de Holanda a la que un mal viento llevó a la deriva hasta hacerla encallar en las entonces costas de Aragón.  

Y, por cierto, pretender otra cosa es bastante, pero bastante patético.

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