miércoles, 13 de junio de 2012

Algo que no iba a ocurrir

Publicado en Expansión, 12 de junio de 2012

No puede decirse que el rescate, préstamo blando o llámese como se quiera de los socios comunitarios sea una sorpresa. La necesidad de un aporte externo de recursos venía siendo razonablemente evidente desde hace algún tiempo. La discusión, claro, era el cómo. Y no puede decirse que el cómo haya resultado, ni mucho menos,  desfavorable. El Eurogrupo ha tenido todo el cuidado del mundo en dejar patente que España no es Grecia, ni Portugal ni Irlanda. Son palabras mayores y había que inventar algo nuevo. Y se hizo. Es ilusorio pensar, claro, que el “sin condiciones” es tal. Pero el escenario no es ofensivo. El golpe a la autoestima de este viejo país es digerible.

Cuestión diferente, claro, es que se pueda pensar que lo necesario es también suficiente. La economía española y algunas de sus instituciones están tan dañadas que cuesta pensar que la sola estabilización del sector bancario, por otra parte imprescindible, baste para marcar el punto cero de esta crisis interminable. Al tiempo que se nos anuncia que la cuestión bancaria puede estar, por fin, en vías de solución, se anticipan también unas cifras de cierre de ejercicio aterradoras. Los mercados no tardarán, casi seguro, en apuntarlo: el problema de España sigue ahí, y es un problema de crecimiento y de obtención de la necesaria capacidad fiscal, hoy inexistente, que permita atisbar que podemos salir del círculo vicioso en el que estamos metidos. No es probable que las tensiones para España y para el euro hayan acabado.

Ahora se dispone de los recursos necesarios, pero la tarea de reestructuración del sector bancario no solo no ha concluido sino que, cínicamente, se podría decir que apenas ha comenzado. Es ahora, por fin, tras años de preterición –o eso dice el FMI- cuando el problema se afronta con toda su crudeza. La reestructuración, hay que reiterarlo, habrá concluido cuando dispongamos de un sector financiero funcional y sostenible, no dependiente del BCE ni de las ayudas públicas, en lo posible. Ese estado de cosas puede tardar aún en llegar.

Hemos de asumir que la eficacia de la reestructuración del sector financiero no es independiente del cuándo y del cómo se acomete. Afirmar que una operación decidida a la altura en la que hicieron sus grandes intervenciones los socios comunitarios hubiera ahorrado sinsabores –aunque hubieran sido necesarias, después, medidas complementarias- no es regodearse en penas. Es un necesario principio para entender lo que ahora cabe cabalmente esperar. Hemos de asumir que, en algunos casos, hubiera sido mejor la más absoluta inacción que hacer algunas cosas que se hicieron, por ejemplo. Al menos, nos hubiéramos ahorrado daños a nuestra credibilidad, que no es poco.

No, no creo que estemos en el punto final. Con suerte, estamos al principio del fin, que no es poco.

Lo que sí ofrece la ayuda de nuestros vecinos es la ocasión de reclamar, una vez más, un análisis en profundidad de lo ocurrido. Se está instalando en cierta opinión ilustrada y no sospechosa de partidismos, una querencia por el “ahora no toca”. No es, parece, el momento de preguntarse qué se ha hecho mal en nuestro sector financiero y de contestar la pregunta desde un análisis técnico, riguroso y, desde luego, no politizado. Sospecho que quienes entienden que es malo intentar entender, con vistas a prevenir, confunden analizar con buscar culpables. No es lo mismo. Es posible que nunca haya sido más cierto que lo urgente no deja tiempo para lo importante, pero es necesario subrayar que la economía española no puede volver a permitirse, jamás, un deterioro en su sector financiero como el que se está intentando enderezar.

Ya digo, si es que éste no lo es, no sé cuál será el momento oportuno. Pero acaba de suceder algo que mi generación –la primera que a lo mejor se creyó de veras algo que igual no era- pensó que no ocurriría nunca. Algo habrá que intentar entender.

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