viernes, 30 de diciembre de 2011

Samoa y el cambio de fecha

Samoa es un archipiélago del Pacífico, soberano desde 1962 –se independizó de Nueva Zelanda-. Una república parlamentaria con algo menos de ciento ochenta mil habitantes. Un país donde pasan cosas curiosas. Por ejemplo, en el año 2009 se les ocurrió cambiar el sentido del tráfico y pasaron a circular por la izquierda. Es muy poco frecuente que un país pase de circular por un lado de la calzada a hacerlo por el otro, pero lo es todavía menos que el sentido del cambio sea de derecha a izquierda. No es que la cosa no tuviera razón de ser, ya que la mayor parte de los países de aquella región del mundo, como excolonias británicas, ordenan su tráfico como la antigua metrópoli, pero supongo que, tratándose de un conjunto de islas, tampoco sería un problema mayor. Al caso, ni cortos ni perezosos, los samoanos decidieron cambiar.

Según se lee en esta noticia (http://blogs.elpais.com/wall-street-report/
), ahora se les ha ocurrido otra buena. Han movido la línea del cambio de fecha. Hasta ahora, Samoa tiene un huso horario que es, prácticamente GMT- 12 o, lo que es lo mismo, trece horas menos que en la España peninsular. Cuando en Londres es mediodía del domingo, en Samoa es medianoche del sábado al domingo. A solo 32 kilómetros al oeste, es también medianoche… pero del domingo al lunes. Ni cortos, ni perezosos, los samoanos han decidido dar un saltito que hará desaparecer del calendario el viernes, 30 de diciembre. Las trece horas menos respecto a España serán once más, que para el caso es lo mismo y la madrugada del sábado al domingo lo será del domingo al lunes.

Por lo que se ve, no es la primera vez que algo así pasa en Samoa –ya digo que es un país de lo más curioso-. El año 1882 tuvo allí dos cuatros de julio, por un movimiento, supongo, inverso al de ahora.

Son fascinantes, estas cosas. La línea del cambio de fecha, el meridiano 180, inspiró a Eco su novela La Isla del Día de Antes. Y ya se sabe que el amigo Phileas Fogg pudo ganar su apuesta porque, viajando siempre hacia oriente, terminó ganando ese día que le permitió, conforme al calendario de Londres, completar su vuelta al mundo en ciento ochenta días (inciso: es llamativo que Julio Verne, francés él de pro, no pudiera sino crear su Phileas Fogg como personaje netamente inglés; a ningún alemán pongamos por caso, se le hubiera ocurrido verosímilmente semejante idea).

El empeño del hombre en medir el tiempo ha dado siempre lugar a las cosas más curiosas. Es famoso aquello de que Shakespeare y Cervantes murieron el mismo día, el 23 de abril de 1616, pero no recuerdo cuál de ellos por el calendario juliano y otro por el gregoriano –barrunto que Cervantes sería el del gregoriano-. Santa Teresa murió, creo, a principios de octubre de 1582 y fue enterrada, según parece, a mediados de mes. Falso. Supongo que no dejarían que la santa empezara a oler. Simplemente, cambió el calendario entretanto.

Tarea compleja esta de parcelar en trozos iguales lo que no deja de ser más que un fluir continuo. El tiempo es la más omnipresente de nuestras ficciones, de nuestras convenciones. ¿Envejecemos porque pasa el tiempo o pasa el tiempo porque envejecemos? No lo sé. Pero los samoanos son unos cachondos, eso sí.

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